Admiro la vergonzosa firmeza que nos hace dar palo si la duda aparece. No vaya a ser que llueva un cielo despejado.
Tiempo para parir sin dolor, para que la imagen de un espejo no distorsione, no produzca náuseas. Tiempo para que crezca la certeza que evite un final en este absurdo comienzo. Tiempo de estupidez o tal vez de una gran cordura. Tiempo de amaneceres difusos conviviendo con incrédulos poemas que penalizan la tristeza. Tiempo de olvidar el génesis de nuestro silencio, para sacrificar nuestro lazo no elegido aunque doliera después.
Que lejos el momento que sacudió el horizonte. Que lástima que la cobardía aplastara el universo.